- Dos ciudades complementarias a corta distancia en pleno centro de México: la primera, Guanajuato capital, una fiesta de colores que se desliza sobre una colina con un caudal de estrechos callejones y túneles; una algarabía de casonas, museos, teatros, música y una vibrante vida nocturna.
- La otra, San Miguel de Allende, una ciudad pulcra, fundada sobre el antiguo camino de las minas de oro y plata. Sofisticada, nos enamora con su cantera rosa, su exquisita arquitectura religiosa, sus restaurantes gourmet y sus espacios de bienestar, capaces de hacernos olvidar el vértigo de la vida diaria.
- La cercanía significa que no vamos a dejar nada fuera: un solo itinerario alcanza para obtener lo mejor de estas dos ciudades Patrimonio de la Humanidad (y hasta un par de cosas más).
¿Quién dice que no se puede hacer todo en un solo viaje? Visitar las profundidades de la tierra, cabalgar por las montañas, respirar el perfume de los campos de lavanda, tomar el mejor vino ‘a pico’ paseando por callejones y túneles históricos mientras nos acompaña el jolgorio de las mandolinas y las panderetas de las “tunas” o “estudiantinas”, como se les llama en México. Luego, regalarse una tarde de spa a todo confort y ponerse guapos para la cena a la luz de las velas, atendido por un chef internacional: todo eso, solo en los primeros dos días.
Con una sólida oferta de hospedaje que va desde hoteles boutique, ecológicos o de cinco estrellas, es posible hacer base en una de estas dos ciudades y desde ahí explorar la otra, tomar camino y dejarse guiar por el instinto viajero.
Guanajuato capital
En definitiva, esta hermosa ciudad se conoce mejor a pie, por lo que una buena opción es ubicarse en el centro, en la Plaza de la Paz, a un lado de ese fastuoso amarillo en la fachada de la Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato, dentro de la cual hay una estatua antiquísima de la Virgen María (del siglo VIII de nuestra era), que es imperdible.
A unos cuantos pasos caminamos hacia el Jardín de la Unión, con muchos lugares para desayunar o tomar un café al aire libre. Frente a nosotros estará el imponente Teatro Juárez y a media cuadra, las escalinatas de la magnífica Universidad de Guanajuato, con una fachada estilo renacentista, donde jóvenes estudiantes y viajeros se congregan a mirar la gente pasar.
Si lo nuestro son los museos, lo mejor es empezar por el Museo Casa Diego Rivera (uno de los grandes muralistas mexicanos, hoy conocido también como “el marido” de la pintora Frida Kahlo) y luego andar un poco más para ver la magnífica explanada y Museo de la Alhóndiga de Granaditas, un lugar donde dan ganas de que las paredes hablen para que nos cuenten la verdadera historia del nacimiento e independencia de México.
Un poco más tarde, cuando el hambre arrecia, podemos dirigirnos al Mercado Hidalgo que, bajo una estructura de arcos de estilo neoclásico, alberga una inmensa variedad de artesanías, souvenirs y puestos de comida, donde reinan las enchiladas mineras con queso, lechuga, patata, y zanahoria. Su gente es amable y simpática pero los viajeros sabios deberán tomar eso de que las enchiladas “no pican”, con una pizca de sal, pues los locales dicen eso de casi cualquier platillo.
Una caminata por los túneles de la calle subterránea Miguel Hidalgo nos ayudará a bajar la comida en un interesante circuito de ocho kilómetros en el bajo suelo, lleno de bifurcaciones, recovecos y salidas sinuosas, construidas para dar cauce a las aguas de lluvia que solían inundar la ciudad. Antes del que el sol caiga, hay que dar un paseo por los muchos callejones y escuchar todas las leyendas que esconden, especialmente el Callejón del Beso, donde escucharemos la historia de aquellos amantes que se besaban de balcón a balcón.
Para la hora del atardecer, lo mejor es subir al Mirador del Pípila, desde donde la vista domina por fin esa colina y los colores de esta magnífica ciudad. El regreso se puede hacer por medio de un funicular panorámico, que nos deja en el centro, listos para la noche y la fiesta en alguna de las terrazas de un bar con balcón.
San Miguel de Allende
Después de las intensas caminatas, nuestro cuerpo encontrará en San Miguel de Allende el bálsamo perfecto para consentirse en un spa, pedir un masaje o visitar una gruta de tórridas aguas termales donde pasar la mañana. Por la tarde, hay que entregarse a alguna experiencia culinaria en un restaurante internacional con terraza, como el Quince Rooftop, la Casa Nostra, el Trasiego o el Aperi, del chef Olivier Debois.
A la mañana siguiente toca maravillarse esa magnífica arquitectura de fachadas casi imposibles; neogóticas, churriguerescas o barrocas en la Parroquia de San Miguel Arcángel, el templo de la Tercera Orden, el Templo de la Inmaculada Concepción, la Biblioteca Municipal, el Museo Casa San Miguel o el Templo de San Francisco, que son legado del beneficio que trajo la plata, el oro en el pasado novohispano.
Las mejores fotos se hacen al caminar, por la calle Aldama (considerada una de las más bellas de todo el mundo) mientras nos refrescamos con un raspado de tamarindo con chamoy o nos comemos un delicioso churro y curioseamos por las galerías de arte y las tiendas de ropa artesanal de alta factura, como la Fábrica La Aurora.
El encanto sanmiguelense no para allí, desde luego. Esta ciudad ofrece experiencias únicas, que involucran visitas a las antiguas minas de plata; tours por viñedos con catas y maridaje incluido; paseos a caballo por la Cañada de la Virgen y hasta escapada a otros pueblos, como el Pueblo Mágico contiguo, Dolores Hidalgo, considerado la cuna de la Independencia de México.
Después de un recorrido de esta naturaleza, nuestro corazón viajero ya no está dividido; no se trata de un solo lugar o una sola experiencia, en el estado de Guanajuato todo cabe en un mismo itinerario, con estas dos ciudades, Guanajuato capital y San Miguel de Allende a menos de 100 kilómetros de distancia.