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El hotel Río Perdido ubicado en la provincia de Guanacaste renovó este año su Certificación para la Sostenibilidad Turística (CST).
  • La Certificación para la Sostenibilidad Turística (CST) es un referente en América Latina y un modelo a nivel global, gracias a su enfoque integral y su capacidad de evolución.

Karen Retana Barboza, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Hace 30 años, Costa Rica dio un paso decisivo hacia la sostenibilidad en el turismo con la creación de la Certificación para la Sostenibilidad Turística (CST). Impulsado por el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), el CST nació con el objetivo de transformar la actividad turística en una herramienta de desarrollo responsable, tanto ambiental como social y económico.

Mariana Garita, jefa de Sostenibilidad Turística del ICT, asegura que el programa ha sido fundamental para consolidar la imagen del país como destino verde y comprometido.

“Durante tres décadas, la certificación ha fortalecido la adopción de buenas prácticas en cientos de empresas del sector, contribuyendo a la protección de nuestros recursos naturales y a la generación de oportunidades para las comunidades locales”, afirma.

El impacto es evidente: cerca del 90% de la electricidad costarricense proviene de fuentes renovables y alrededor del 25% del territorio nacional está protegido bajo categorías de conservación. Esto ha sido clave para proyectar a Costa Rica como un destino líder en turismo sostenible, con reconocimientos internacionales que van desde ser sede del Año Internacional del Turismo Sostenible en 2017 hasta el premio “Champions of the Earth” de la ONU.

El CST pasó de ser una iniciativa enfocada exclusivamente en hoteles, a abarcar 14 categorías que incluyen gastronomía, renta de autos, áreas protegidas, transporte terrestre y acuático, parques temáticos, aguas termales, spas, tour operadores y recintos. A partir del 2018, el programa adoptó un enfoque más integral, alineándose con estándares internacionales como los Criterios Globales de Turismo Sostenible. Hoy, incluye criterios de cambio climático, economía circular y gobernanza.

Más de 150 empresas cuentan con la certificación y otras tantas se encuentran en proceso. En su primer año, solo 51 empresas de hospedaje estaban certificadas, lo que evidencia un crecimiento sostenido en el interés por parte del sector, especialmente de pymes y operadores turísticos.

Según Garita, este entusiasmo también ha influido en la cultura organizacional: “Las personas colaboradoras han incrementado su participación en prácticas sostenibles, lo cual se traduce en mejor atención al turista, mayor compromiso ambiental y vínculos con la comunidad”.

El camino no ha estado exento de retos. Entre los desafíos más frecuentes figuran la medición de la huella de carbono, la gestión de residuos y la integración de indicadores de impacto sociocultural. Para las grandes cadenas, el reto suele estar en estandarizar procesos; en cambio, las pymes enfrentan barreras por falta de recursos técnicos o financieros. Casos como el Hotel Finca Rosa Blanca, que ha integrado prácticas sostenibles en su producción cafetalera, o el Hotel Emanuel, una pyme liderada por una empresaria local que fomenta encadenamientos productivos con otras mujeres, ilustran cómo la sostenibilidad puede permear todos los niveles del turismo. Otro ejemplo es Selva Bananito Lodge, que opera fuera de la red eléctrica convencional, minimizando su impacto ambiental.

De cara al futuro, las nuevas metas incluyen ampliar el número de empresas certificadas en zonas rurales, fortalecer la medición de impacto cuantificable, facilitar el acceso para mipymes y consolidar su reconocimiento a nivel internacional.

 

 

 


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